Beidaihe, situada a unos 300 kilómetros al este de Pekín, es mucho más que una playa. Este enclave costero ha sido históricamente un refugio estival de la élite política china, desde los días de Mao Zedong hasta la actualidad. Con su arena dorada, el mar tranquilo del Bohai y su cercanía a la capital, Beidaihe combina paisaje natural, historia política y lujo discreto, convirtiéndose en un lugar donde la aristocracia comunista se mezcla con el turismo selecto de la región.
La fama de Beidaihe comenzó en la década de 1950, cuando Mao Zedong decidió establecer allí su residencia de verano. La playa ofrecía un lugar donde escapar del calor de Pekín y, al mismo tiempo, supervisar asuntos políticos en un entorno más relajado. Desde entonces, la ciudad se ha mantenido como un centro de reunión estival para los altos funcionarios del Partido Comunista Chino, quienes ocupan villas privadas y resorts exclusivos lejos del ojo público. El litoral, bordeado de resorts de estilo soviético y complejos privados, refleja ese carácter selecto y cerrado que distingue a Beidaihe de otras playas chinas más populares y masivas.
Beidaihe no es solo política y lujo, también tiene encanto natural. Sus kilómetros de arena fina, las olas suaves del mar y los pinares que rodean la ciudad hacen del lugar un destino ideal para paseos tranquilos, natación y deportes acuáticos discretos. Sin embargo, la presencia de la aristocracia comunista limita el acceso público en ciertas áreas, y muchas de las mejores playas y hoteles están reservadas exclusivamente para funcionarios y sus invitados, manteniendo un aire de exclusividad que pocas playas del mundo pueden presumir.
La ciudad, además, alberga una serie de residencias históricas y centros de conferencias que combinan arquitectura clásica china con influencia soviética. Algunos de estos edificios están abiertos al público solo de manera limitada, mientras que otros siguen siendo espacios de uso estrictamente privado, reforzando la sensación de que Beidaihe es un lugar donde la política y el ocio se entrelazan de manera íntima. Incluso durante los meses de mayor afluencia turística, los visitantes deben aceptar que la playa comparte protagonismo con personajes del poder y sus protocolos discretos, lo que convierte la experiencia en algo singular, casi ceremonial.
La cultura de Beidaihe también está marcada por su historia política. Restaurantes, cafés y pequeños mercados locales han adaptado su oferta a un turismo selecto, combinando platos tradicionales chinos con gastronomía internacional, siempre manteniendo un perfil bajo y elegante. Las actividades culturales incluyen paseos por los pinares, observación de aves y recitales de música local, todo enmarcado en la tranquilidad que caracteriza al enclave y que lo hace ideal para quienes buscan privacidad y exclusividad.
En la actualidad, Beidaihe sigue siendo un símbolo del poder y la discreción, un lugar donde los ecos del pasado se mezclan con la rutina veraniega de la élite política. Los turistas que logran acceder a sus playas públicas pueden disfrutar de un entorno natural privilegiado, pero siempre consciente de que están compartiendo espacio con un escenario que ha sido testigo de décadas de historia política china. La playa de Mao, con su mezcla de mar, arena y poder, continúa siendo un destino único, donde la historia y la política se reflejan tanto en el paisaje como en la vida cotidiana de quienes lo visitan.
